El encuentro
Luego de la inspección efectuada en la línea aérea al sur, Antoine de Saint-Exupéry parte en vuelo de reconocimiento de la ruta a Asunción del Paraguay, inaugurada antes de su arribo. Estudiaba la posibilidad de crear una escala intermedia entre General Pacheco, en la provincia de Buenos Aires, y Asunción del Paraguay, antes de la de Monte Caseros, en Corrientes, que estaba ya en funcionamiento.
En dicho vuelo divisa en San Carlos, cerca de Concordia, un terreno que le parece apropiado. Desde lo alto no advierte que ese terreno tiene vizcacheras y, cuando aterriza, una rueda se rompe al calzar en una de las cuevas.
Según la investigadora Elsa Aparicio de Pico de la ciudad de Concordia, los acontecimientos que siguieron habrían sucedido más o menos de este modo: dos niñas se acercan y, en francés, se burlan del piloto. Saint-Exupéry se sorprende primero y luego les pide que vayan a buscar a sus padres. Viene el padre a recogerlo en un viejo Ford. Antoine se asombra de la amabilidad de esta familia francesa que lo invita a pasar la noche en su casa. Sucede que Paul Vachet les había ya advertido la llegada del nuevo director de la compañía, que vendría en su reemplazo.
¡Qué casa extraña! Compacta, maciza, casi una ciudadela. Castillo de leyenda que ofrecía, al trasponer el porche, un refugio tan apacible, tan seguro, tan protegido como un monasterio ...
Con estas palabras, Saint-Exupéry relata su primera visión de aquella casa. Aquí reaparecen las dos niñas que lo observan atentamente y le tienden la mano para luego desaparecer nuevamente.
Estaba divertido y encantado a la vez. Todo aquello era simple, silencioso y furtivo, como la primera palabra de un secreto ...
Al penetrar en la vivienda pudo advertir el estado ruinoso de la construcción, aunque "todo estaba pulcro, encerado, brillante". Sus deterioros, lejos de producirle una sensación de abandono, le inspiraban un sentimiento de misterio. La mansión le imponía respeto.
En aquella "casa de prestidigitación", las jóvenes reaparecieron a la hora de la cena. En determinado momento, Saint-Exupéry siente una especie de silbido debajo de la mesa. "Son las víboras " dicen las pequeñas, y muy tranquilamente le explican que ellas tienen su nido allí y que por las noches vuelven a dormir.
Frente del castillo de San Carlos en 1930 con habitantes del lugar.
Archivo Elsa Pico
Esta naturalidad de las niñas, la afabilidad de sus padres, la vegetación salvaje, la tierra roja, así como el hechizo que la mansión ejerció sobre la fértil imaginación de Saint-Exupéry, fueron sobrados motivos para que cada vez que el piloto tomara la línea a Asunción, descendiera en Concordia para visitar aquel oasis entrerriano. La familia en cuestión era la formada por Georges Fuchs Vallon, industrial francés que había alquilado por el término de 30 años, a la Municipalidad de Concordia, el palacio de San Carlos, nombre por el cual era conocida dicha construcción. Las hijas se llamaban Suzanne y Edda Fuchs Vallon de 16 y 9 años, respectivamente.
Esta naturalidad de las niñas, la afabilidad de sus padres, la vegetación salvaje, la tierra roja, así como el hechizo que la mansión ejerció sobre la fértil imaginación de Saint-Exupéry
Fotografía: Mme. Fuchs Valon y Antoine de Saint-Exupéry
Febrero 1930. Archivo Elsa Pico