La partida hacia Francia
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¿Qué significa domesticar? Algo bastante olvidado... significa crear lazos
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- El Principito - capítulo XXI
Casi imperceptiblemente, sin que él se diera cuenta, la Argentina había tejido en el espíritu de Saint-Exupéry lazos invisibles que la unieron para siempre a su memoria.
"...Todo lo que la Argentina me ha dado", dirá agradecido a su colega argentino Luro Cambaceres. Un análisis profundo de sus vivencias le permitirá establecer un balance ampliamente positivo.
En lo estrictamente personal, todos sus afectos se vieron altamente colmados.
En primer término, el traslado a nuestro país le permite reencontrarse con sus queridos amigos pilotos también, Jean Mermoz y Henri Guillaumet. Bien sabido es el valor que Saint-Exupéry acordaba a la amistad, de ahí que esta experiencia de reencuentro fuese sumamente beneficiosa para afianzar el sentimiento hacia aquellos compañeros a quienes habría de dedicar hermosas páginas en sus libros.
Es también en la Argentina donde lo sorprende la fuerza inefable del amor. Un amor fogoso, eufórico, libre. Con su desbordante juventud, Consuelo Suncin logró hacerle olvidar antiguas experiencias e intentar el recorrido de un camino nuevo. Aunque luego la vida los fue separando, Antoine parte de aquí con la ilusión y la frescura del deslumbramiento amoroso.
Respecto de su vocación de escritor, las vivencias acumuladas en nuestro país constituirán temas para sus escritos. Los vuelos nocturnos, las pérdidas de compañeros pilotos en vuelo, las luchas con los vientos de la Patagonia, la imponencia de los Andes y sus hielos, el oasis de Concordia, la camaradería, en fin, todas esas experiencias serán maravillosamente plasmadas con su pluma en varias de sus obras; precisamente con una de ellas, Vuelo Nocturno, obtendrá en 1931 el prestigioso premio Fémina. Por su parte, su libro Tierra de Hombres que incluye capítulos de sus experiencias en nuestro país, será galardonado con el premio de la Academia de Francia en 1939.
Como piloto, desempeñó en nuestro país un cargo ejecutivo con el que concretó una obra importantísima al extender y optimizar las líneas aéreas en nuestro país y, por otro lado alcanzó una estabilidad económica que le permitió vivir holgadamente. También pudo realizar un sueño: traer a su madre, a la que tanto amaba, y ofrecerle todo tipo de agasajos. Sin duda alguna, Mme. De Saint-Exupéry debió experimentar junto a su hijo la satisfacción de ver a su "Rey Sol" transformado en director de una compañía tan importante.
En los años subsiguientes a la partida de nuestro país, no desempeñó otro puesto de relevancia como el que logró en la Aeroposta Argentina. Cuando llega a Francia, en febrero de 1931, encuentra a la Compagnie Générale Aéropostale con graves problemas financieros y al borde de la quiebra. Esta situación le impedirá regresar a la Argentina para retomar su puesto "He sentido cabalmente que no volvería a reencontrar la paz perdida" afirmará años más tarde con respecto a esta imprevista decisión del destino. Comienza entonces un período que varios de sus biógrafos denominan "a la deriva", ya que desarrollará sucesivamente tareas de piloto postal en Marruecos, piloto de prueba de hidroaviones, periodista. Si bien fue adquiriendo renombre como escritor, no sucedió lo mismo con su profesión de piloto. Cabe afirmar entonces que el cargo ocupado en la Aeroposta Argentina representó la cumbre de su carrera como piloto civil, meta que coincidió con el auge de la Compañía Générale Aéropostale, en el año 1930.
La nobleza de un oficio consiste ante todo, quizá, en unir a los hombres; no hay más que un lujo verdadero, y es el de las relaciones humanas.
En ocasión de recibir el premio de la Academia de Francia por su libro Tierra de Hombres formula declaraciones a la revista La Vie Aérienne (junio 1939), en las que afirma que la experiencia más enriquecedora para su persona, tanto en el plano profesional como en el humano, fue la vivida en la Argentina:
"Fue un trabajo apasionante el aportar a aquellos jóvenes equipos los métodos de la antigua Aéropostale", con estas palabras manifiesta la importancia que tuvo la misión pedagógica cumplida como Director de la Aeroposta. Respecto de los pilotos argentinos dijo: ... "Hicieron un magnífico trabajo desde el Paraguay hasta el estrecho de Magallanes. Quisiera citar los nombres de esos camaradas extranjeros que fueron mis hermanos de adopción y que asumen todavía la responsabilidad de esta línea, la cual lamentablemente no es más francesa. Fueron: Luro Cambaceres, Selvetti, los hermanos Artigau, Palazzo, Irigoyen, Gross y Santelli que se mató un poco antes de mi llegada allá" , exaltando de este modo la camaradería reinante. Habían pasado ya nueve años y no había olvidado a sus compañeros argentinos.
Al referirse a la influencia social de la aviación, afirmó: "El interés por la aviación era tan evidente que teníamos la impresión de cumplir un rol social y que las palabras, tan desacreditadas aquí (en Francia), progreso, futuro de la ciudad y de la civilización, nos parecían extrañamente nuevas cuando los gobernadores (de las provincias argentinas) se servían de ellas en el transcurso de los banquetes de inauguración".
Fotografía: Antoine en General Pacheco, Provincia de Buenos Aires. Por Henri GuillaumetSentía que su trabajo era útil, que toda su persona estaba comprometida en la realización de algo muy importante para otros seres humanos: "Por nuestra parte, nosotros los sacábamos de su desierto, porque antes eran necesarios unos quince días de barco -cuando había barco- para alcanzar la capital. Los habitantes del sur de la Argentina estaban más alejados de Buenos Aires que un colono de Senegal lo está de París"
Cuenta también una deliciosa anécdota vivida con las autoridades de Paso Ibáñez, a 36 kilómetros de Santa Cruz. Esta pequeña ciudad le reclamaba la creación de un aeródromo, solicitud imposible de realizar dado que ya existía uno en Santa Cruz. No obstante esta situación, el aeródromo fue construido y le solicitaron a Saint-Exupéry que fuera a inaugurarlo. Lamentablemente, la pista resultó demasiado corta y el terreno no era el ideal para las operaciones de los aviones de la Aeroposta. A pesar de estas limitaciones, le piden que sobrevuele el lugar porque, le dijeron, "no podemos inaugurar si no tenemos un avión". Saint-Exupéry accede y durante una hora realiza piruetas y picadas que son recibidas con gran algarabía por la población. Concluye su relato con estas palabras "Conoce usted algo más exaltante que ese entusiasmo y esa juventud de corazón?
Pero tal vez donde Saint-Exupéry expresa más claramente los buenos recuerdos de sus experiencias en nuestro país, es en la carta enviada desde Francia a su colega argentino, el piloto Rufino Luro Cambaceres, quien la publicó en su libro "Rumbo 180º ". La carta no tiene fecha, pero sí una dirección: la de la calle de Chaneleilles. Sabemos que vivió allí entre 1934 a 1936, es decir, entre cuatro y seis años, luego de su partida.
A modo de despedida de este recorrido por algunas de las experiencias vividas por Saint-Exupéry entre nosotros, transcribimos a continuación el texto completo de esa carta.
Mi querido Luro,
Acabo de recibir su carta. Me ha conmovido, como tantas otras que no he contestado... Y bien, le debo alguna explicación a Ud. y a mis amigos de la Argentina.
Lejano ahora los recuerdos, y un poco esfumados y menos amargos, puedo hablar sin dolor. Mi partida de su país y de la Aeroposta Argentina, ha sido para mí muy dura y me ha apenado mucho más de lo que Ud. podría imaginar. No hay en mi vida período alguno que prefiera al que he vivido entre Uds. No hay camaradería que me haya parecido más sana que la de Uds. En la Aeroposta, aunque sufríamos fuertes pérdidas de intereses particulares, vivíamos en paz. No sé‚ si he contribuido en algo a que ignoráramos los pequeños dramas humanos y no nos perdiéramos en discusiones estériles, o si ello se ha debido sólo a vuestra salud moral y a vuestra pureza de corazón. Pero sé perfectamente que he creído con todas mis fuerzas en usted y que usted nunca me ha decepcionado.
¡Cuántos y cuántos recuerdos del trabajo en común! Los viajes al Sur, la construcción de la línea, los vientos de Comodoro, las fatigas, las inquietudes y las alegrías que he compartido con Usted. Me encontraba en la Argentina como en mi propio país. Me sentía un poco vuestro hermano y pensaba vivir largo tiempo en medio de vuestra juventud tan generosa. He debido dejaros después bruscamente y ello me ha causado profunda pena. Y me ha tocado en suerte volver a una compañía mal dispuesta, ahogada entre las intrigas de una política confusa e injusta. He sentido cabalmente que no volvería a encontrar la paz perdida. Y por tal motivo, y por inexplicable que pueda parecerle, he procurado no recordar demasiado. Cuando recibía cartas suyas volvía a ver con toda nitidez los grandes espacios libres del Sur, y me hacía daño.
Al recibir la carta de Artigau, me veía al aclarar con él sobre el terreno de Pacheco, a la hora del correo para Asunción, y esto también hacía más intensa la amargura presente. No sólo he experimentado una especie de imposibilidad absoluta para contestar, sino que todavía era para mí doloroso abrir los sobres y volver a mis recuerdos. Si un hombre ama sin esperanza a una mujer hermosa debe, para vivir en paz, romper sus retratos... Es un poco lo que yo he hecho.
Le refiero a usted todo esto porque los años no han pasado en vano y ya no experimento, cuando sueño en todas esas cosas, sino una amable melancolía. Olvido poco a poco las tristes horas de la partida y sólo recuerdo las muy bellas que pasé‚ con Uds. Y soy feliz al poder, por fin, escribirle y agradecerle todo lo que la Argentina me ha dado.
Crea, mi querido Luro, que mi amistad fue y persiste muy profunda. Crea, también, que sería muy feliz teniendo de vez en cuando noticias suyas, y que contestaría siempre.