Cuando los Andes devolvieron a los héroes
Estas montañas representaban por cierto un serio obstáculo para la aviación de entonces. No obstante, como las arenas del desierto, la noche y el océano, la Cordillera también debió ser vencida por los pilotos de la Aéropostale para poder establecer líneas aéreas regulares.
Las dificultades principales residían, y residen aún hoy, en la altura, en los vientos generados por la misma cordillera y la baja presión. También las bajas temperaturas provocaban serias dificultades tanto a los aviones como a los pilotos.
Al tener que volar en alturas tan elevadas (5000 a 6000 metros), los motores de los aviones se quedaban sin oxígeno, ya que a mayor altura menos oxígeno y menos presión. Ponían entonces al motor con la potencia máxima y para poder subir, aprovechaban las corrientes ascendentes de la cordillera pegándose a las laderas de las montañas con el riesgo de chocar contra ellas.
Debido a que los vientos en esa zona predominan del oeste, las corrientes ascendentes aprovechables están del lado chileno, siendo de utilidad solamente en el vuelo entre Santiago y Mendoza.
Al pasar las altas cumbres, ya del lado argentino, esas mismas corrientes se transforman en descendentes, en ocasiones muy violentas, pudiendo arrastrar fácilmente, aún hoy a cualquier aeronave de pequeño o mediano porte que vuele próxima a las laderas.
Esto, sin duda, complicaba el desafío de unir Mendoza con Santiago, donde este fenómeno conocido localmente como Zonda, genera turbulencias de gran magnitud, a las que se agregan fuertes vientos de frente con velocidades similares a las de ese tipo de avión.
El viento sobre la cresta de las montañas genera un fenómeno conocido como turbulencia orográfica, que puede producirse también en aire claro es decir, aún cuando no hay nubes.
Toda persona que haya viajado en avión seguramente ha pasado por zonas de turbulencia y conoce lo desagradable de esta sensación. Hay que imaginar entonces esta misma situación pero con aviones mucho más chicos y menos provistos tecnológicamente. Se confiaba entonces en la capacidad del piloto y en su intuición pero muchas veces éstas no eran suficientes...
Jean Mermoz
Jean Mermoz
Mermoz se mezclaba en estos combates sin conocer para nada al adversario, sin saber si se sale con vida de semejantes abrazos. Mermoz "ensayaba" para los demás. Finalmente, un día, a fuerza de "ensayar" se halló prisionero de los Andes (...)
- Tierra de Hombres - capítulo II
Con estas palabras, el cineasta francés Jean Renoir expresa su agrado, en una carta dirigida a Saint-Exupéry, por la inclusión del episodio de Concordia en un proyecto de guión. La idea surge en 1940, cuando el azar reúne a Saint-Exupéry y a Renoir en un mismo camarote del barco Siboney, que parte desde Lisboa hacia Nueva York. Llegan a Estados Unidos en calidad de refugiados, huyendo del nazismo. Ambos ya gozaban de popularidad en aquel país.
Fue en ese viaje donde Renoir lee Tierra de hombres. Su contenido lo entusiasma, pero necesita una historia que relacione todos los relatos incluidos en el libro citado para que sea posible plasmarlo en lenguaje cinematográfico. Le pide entonces a Saint-Exupéry la redacción de un guión. Una vez llegados a los Estados Unidos se separan. Renoir vivirá en Hollywood y Saint-Exupéry en Nueva York. En lugar de escribir sus ideas, Saint-Exupéry las graba y las remite a Renoir. A raíz de estos envíos surge una abundante correspondencia entre los dos creadores.
"Cruzando la Cordillera". Américo Arce
Mermoz tuvo a su cargo la tarea de estudiar el tramo de Buenos Aires a Santiago de Chile. "Mermoz afrontó la montaña, esos picos que, en el viento, abandonan sus chales de nieve, ese palidecer de las cosas antes de la tempestad, esos remolinos tan fuertes que, soportados entre dos murallas de rocas obligan al piloto a una especie de lucha a cuchillo", dirá Saint-Exupéry al recordar la tarea de su colega. En el segundo vuelo de exploración, el avión es abatido por los vientos y cae a los 4000 metros de altura. Durante dos días, con temperaturas bajo cero, sin víveres y con herramientas elementales, Mermoz y su acompañante intentan arreglar el avión
Cuando creen que está en condiciones mínimas de volar, intentan su última posibilidad: se lanzan con el avión al precipicio esperando que el envión hiciera arrancar el motor. Luego de rebotar en varias mesetas logran reanudar el vuelo
Henri Guillaumet
Otro gran momento vivido por Saint-Exupéry y sus compañeros de la Aeroposta Argentina, lo constituyó el rescate de uno de sus amigos más queridos, el piloto Henri Guillaumet. Era uno de los mejores hombres de la Aeroposta. Reemplazó a Mermoz en la línea a Chile: más de 400 travesías de la Cordillera de los Andes , muchas de ellas nocturnas, hablan claramente de su capacidad.
Henri Guillaumet con Saint-Exupéry. © Fundación Saint-Exupéry - Francia
Y cuando, nuevamente, me deslicé entre las paredes y los gigantes pilares de los Andes, me parecía no ya buscarte sino velar tu cuerpo, en silencio, en una catedral de nieve.
Tierra de Hombres - capítulo II
El 13 de junio de 1930 Guillaumet partió con la correspondencia desde el aeródromo de La Colina, de Santiago de Chile, en su 92ª. travesía de la Cordillera ,y no llegó a la Argentina. Había desafiado una tempestad que en 48 horas había acumulado cinco metros de nieve sobre la vertiente chilena de los Andes. Guillaumet parte, no obstante, en busca de una brecha más al sur.
Sube hasta 6500 metros y allí es prisionero de las corrientes verticales. Estos vientos lo hicieron descender hasta 3500 metros. Las sacudidas fueron tan violentas que debió dejar los mandos para asirse a su asiento y no ser despedido. A esa altura reconoce la Laguna del Diamante.
Volcán Maipo y la laguna del Diamante
Vista aérea de la laguna del Diamante
Se acerca a ella y comienza a girar hasta agotar el combustible. Luego de dos horas intenta aterrizar y el avión capota. Al bajar del avión la tempestad lo derriba. Se refugia debajo de la carlinga del avión cavando un pozo en la nieve. Durante 48 horas esperó envuelto con las bolsas postales.
Avión de Henri Guillaumet caído en la laguna del Diamante
Si mi señora cree que vivo, cree que camino. Los compañeros creen que camino. Todos tienen confianza en mí y soy un canalla sino camino.
- Tierra de Hombres - capítulo II
Viendo que no había sido rescatado hasta entonces, y para no morir congelado, Guillaumet comienza a caminar. Antes de partir escribió sobre su avión "al no haber sido descubierto por el avión de rescate, parto hacia el este. Adios a todos, mi último pensamiento será para mi esposa. H. Guillaumet"
Camina, sin detenerse, durante cinco días y cuatro noches, al cabo de los cuales llega exhausto hasta una choza donde se le dan los primeros auxilios. Entre tanto, las autoridades chilenas como las argentinas, las escuadras de la policía y sus mismos compañeros de la Aeroposta, habían salido en su búsqueda. Los Andes en invierno no devuelven a los hombres, habían dicho a Saint-Exupéry. No obstante, con empecinamiento sigue buscándolo día tras día. Guillaumet le dirá después que había reconocido a su avión desde el suelo porque sólo él se arriesgaría a volar tan bajo.
Un hombre gritó (¡Oh! poca cosa) ¡Guillaumet vivo!. Y todos los desconocidos que estaban allí se abrazaron.
- Tierra de Hombres - capítulo II
Saint-Exupéry con Guillaumet
al llegar a Mendoza. © Fundación Saint-Exupéry - Francia
Al escuchar la buena nueva, Saint-Exupéry sale en su avión al encuentro de su amigo. Al sobrevolar una ruta cerca de Tunuyán reconoce al coche en que conducían a Guillaumet.
Detiene su avión al costado del camino y corriendo va en busca de su amigo. "Llorábamos todos - dice Saint-Exupéry - y te apretábamos entre nuestros brazos, resucitado, autor de tu propio destino"
Los Camaradas
"Los Camaradas" es el título del capítulo II de Tierra de Hombres donde Saint-Exupéry volcó el relato completo de estas hazañas. El entorno del paisaje cordillerano acrecienta la dramaticidad del relato. En su desarrollo se encuentran varios de los conceptos que serán una constante a lo largo de la obra del autor: la responsabilidad, el valor del esfuerzo y de la voluntad, la amistad.
La impronta que la Cordillera de los Andes dejó en la memoria de Saint-Exupéry fue perdurable no sólo por la belleza natural del paisaje sino también por los desafíos que implicó su conquista aérea.